La naturalidad es la única condición posible para una vida plena. El Universo entero, aunque aparentemente ajeno a mi vida, en realidad ha contribuido con cantidades inimaginables de energía y armonía para que Yo, aquí y ahora, sea. Miles de millones de años han sido necesarios para que Yo, aquí y ahora, sienta el inhalar y exhalar de la respiración. Todo el Universo ha deseado que en realidad la vida que lo impulsa viva en mí. Es urgente que despierte a ello, que por mi propio pie lo sienta y descubra.
¿Por qué me aferro al temor? Como hijo del Universo quiero ser total y sin tapujos ni necesidades de protección; la confianza es mi gran valor. Corazón abierto, corazón noble que su calidad obedece a la vida. La transparencia con el mundo ha de tender a la totalidad. En su momento, inesperadamente, espontáneamente, se sabe y se siente en el alma que nada me falta, que siempre he sido completo, y que nada hay que pueda o deba ocultar ni desarrollar. El alma se hace transparente, la energía fluye sin esfuerzo, lo suave vence a lo rígido. En el mundo los valores dejan de estar invertidos, el Rey vuelve a ser Rey, y el siervo, siervo.
La distancia con los demás tiende a cero, y aunque la inercia del pasado te sacuda, al igual que un tente tieso, este oscila y el centro se recupera por las mismas leyes naturales que han tomado el mando, sin que nadie intervenga. Nada puedo hacer para que ello suceda, pero simultáneamente todo yo al cien por cien debo estar entregado a ello. El círculo se cierra y la paradoja se resuelve. El esfuerzo deja de tener sentido, la ausencia del mismo es la fuente de la creatividad, y la desconfianza del corazón pierde la razón.