En una visión más específica, desde la óptica de la autorrealización, la actitud positiva se entiende como la predisposición consciente de dedicar todo el potencial que puedo llegar a expresar, al máximo, ante las situaciones de la vida. Tanto mi energía, mi sentir y mi inteligencia, en el grado que pueda movilizar en ese momento, son puestos a disposición del hecho concreto. No se trata de cantidad, de mucho o de poco, sino de dar salida a lo que soy capaz de movilizar en cada momento. Expresado de otra forma sería, me coloco y me vivo todo yo dispuesto ante la circunstancia, con el mínimo posible de reservas. Con esto, además de desarrollar el potencial, voy desarrollando la conciencia y certeza que yo, en sí, soy el potencial que permite el desarrollo, el potencial de energía, sentir y conciencia, en constante latencia y expresión simultáneamente.
En el momento que estoy movilizando el potencial que hay desarrollado en mí, presto el máximo de conciencia posible al mismo potencial, tanto sea de energía como de sentir o inteligencia, ya que los tres aspectos están siempre presentes y relacionados entre sí; aunque el hecho que me moviliza puede pedirme que alguno de estos aspectos sea más intenso que los otros. La pretensión es estar todo tú en la circunstancia y ser plenamente consciente de ello. Es un desarrollo consciente del potencial, y simultáneamente de la misma consciencia en sí. No esperamos que las circunstancias desarrollen el potencial en mí, según mi personalidad, sino que transgredimos los límites que estipula la presión de mi personalidad sobre lo que soy o no soy capaz de vivir y realizar, de lo que el miedo, en el fondo, está limitando. No porque yo decida con mi voluntad sobre actuar ante una circunstancia, sino que simplemente quito la barrera que en realidad no deja que la experiencia concreta sea total; que se inicie, se desarrolle y se consuma con total fluidez.